Hace 11 años, en un instituto de secundaria de Colorado, Jonathan Bergmann y Aaron Sams decidieron invertir sus clases de Química. Ese fue el momento en que por vez primera se hacía realidad el modelo de enseñanza conocido como aula invertida (Flipped Classroom).
Los resultados de esa inversión fueron tan extraordinarios que Bergmann decidió implementarla en otras instituciones educativas. Desde entonces el modelo de la clase invertida ha dado la vuelta al mundo y hoy en día son miles los institutos y las universidades que lo aplican a diario en sus clases (la universidad MEF de Istambul, por ejemplo, aplica el método flipped en la totalidad de sus carreras).
Los días 13 y 14 de noviembre Jonathan Bergmann y Raúl Santiago –su homólogo en España– han estado dos días en la Universidad Francisco de Vitoria para trabajar sobre esta nueva metodología. Los docentes de varias facultades y grados han tenido la oportunidad de conversar con el fundador del Flipped Learning para perfilar y adaptar la clase invertida a las exigencias de sus diferentes asignaturas. El evento ha sido organizado por la Dirección de Innovación y Emprendimiento.
Jonathan Bergmann, a lo largo de una conversación informal con algunos docentes implicados en la implantación de nuevas metodologías innovadoras, nos ha desvelado las dos claves del éxito de la metodología flipped: 1) la enseñanza activa, es decir aquella en la que el estudiante aprende implicándose en primera persona en su propio aprendizaje y 2) la relación personal con el estudiante. A diferencia de lo que podría resultar de una lectura superficial, de hecho, en la clase invertida el profesor no se transforma en un mero facilitador pasivo sino que tiene la posibilidad de interactuar con los alumnos de manera personalizada, atendiendo a sus necesidades específicas. Y esta, según las propias palabras de Bergmann, «es la competencia más difícil de adquirir para un profesor, pero es la clave para un buen aprendizaje».