Hace años que el Instituto de Innovación quería reconocer oficialmente los grupos que se forman para, como dice Juan Serrano, hacer mejor lo que se nos pide hacer. Grupos de profesores, personal administrativo o alumnos que se juntan para poner sobre la mesa aquellos temas que les interesa (e inquieta), tengan o no que ver con su ámbito laboral, porque la finalidad de una comunidad es tan solo crecer.
Este año, sacamos la convocatoria para certificar las comunidades junto a la Unidad de Aprendizaje. Cuando recibimos y evaluamos las solicitudes, vimos que se presentaban equipos de trabajo, comunidades docentes, comunidades de repensamiento, comunidades de aprendizaje, algunas que eran de innovación y otras no, algunas estaban orientadas a generar proyectos…
– ¿Tenemos todos la misma idea cuando hablamos de comunidades de aprendizaje para la innovación docente?
– Parece que no.
Decidimos entonces centrar nuestros esfuerzos y que este fuera nuestro primer objetivo: unificar el imaginario que los docentes, PAS y alumnos UFV tenemos cuando oímos hablar de comunidad de aprendizaje.
Para ello, conceptualizamos un encuentro junto con el Instituto de Acompañamiento. Queríamos hacer un taller que generara un insight en los asistentes, queríamos que fueran ellos mismos quienes, a través del razonamiento deductivo, el diálogo y la reflexión individual y conjunta, se dieran cuenta de si eran o no comunidad, en qué momento estaban y dónde podían (y querían) llegar.
La experiencia de Juan Serrano, con su comunidad «Maitines», fue el desencadenante que utilizamos para inferir las características de una comunidad: es dinámica y flexible; no es una obligación; hay un compromiso libre y activo por parte de todos; es un sitio donde puedo ser acogido y corregido; surge como una inquietud por parte de sus miembros; es “el descanso del guerrero”. ¡No dejes de escucharle!
Este ejercicio, junto con una reflexión pre y post taller, dio lugar a un listado propio que representa cómo son y cómo aspiramos que sean las comunidades UFV.
¿Somos comunidad? ¿Nos lo habíamos planteado alguna vez? ¿Queremos seguir siéndolo? Una sencilla diana de autoevaluación permitió a los asistentes, agrupados por comunidades, reflexionar sobre las características con las que se identificaban, con cuáles no, qué les falta a nivel individual y como comunidad o qué necesitaban por parte de la Universidad para reforzar sus puntos fuertes y trabajar los débiles.
Hicimos una nube de palabras con las necesidades que salieron. ¿Adivinas qué palabra estaba en el centro? Eso es, tiempo. No falta motivación, ni compromiso, ni ganas, la mayoría de las veces, lo que nos falta es tiempo, tiempo para dedicar.
Javier Araguren, filósofo de la UFV, nos regaló su reflexión. Con un final sobresaliente, Javier nos plantea si podemos comparar la belleza de «Las Meninas» con la belleza de «El entierro del Conde Orgaz». ¿Se puede? Yo nunca me lo había planteado, pero ahora, después de hacerlo, mi respuesta es no. ¿Tú qué piensas?
¿Te estás preguntando qué tienen que ver Velázquez y El Greco con las comunidades UFV? Te invito a escuchar a Javier Araguren. Y, si puedes, ponte los auriculares y escúchale mientras paseas, que como decía mi querido y admirado Antonio Rodríguez de las Heras, es la mejor manera de conectar con alguien.